Conspiraciones y… ¡azúcar!

Pero cómo, ¿qué todavía dudas de la relación entre el azúcar y la obesidad? ¿Crees que una caloría es una caloría y que el exceso de peso se soluciona únicamente con más ejercicio? Déjame que te explique que para nada son lo mismo  10, 20 o 100 calorías provenientes del azúcar que esas mismas calorías obtenidas de una fruta, una patata, pasta, verdura, aceite de oliva o del alimento que imagines. Las consecuencias metabólicas que conlleva la ingesta de azúcar “natural” (cada vez me gusta menos esta palabra) o a través de productos donde se encuentra en cantidades considerables como refrescos, bollería o dulces  -por nombrar solo algunos- son bien diferentes de las que tiene una porción de cualquier alimento con equivalentes calorías. Es habitual referirse al azúcar y a los productos con un elevado contenido en este disacárido como calorías vacías, ya que no nos aportan nutrientes más allá de la energía. Podemos encontrar el azúcar con múltiples formas e infinitas denominaciones, aquí van unas cuantas: azúcar integral, azúcar de caña, miel, glucosa, fructosa, sacarosa, dextrosa, sirope, jarabe de maíz, jarabe de arce, jarabe de agave, jarabe de arroz, néctar. No importa el nombre, sin entrar en detalles sobre química hablamos de lo mismo, y todos son elegibles para ser eliminados de la dieta o, al menos, reducir su consumo lo máximo posible.

El azúcar, una vez ingerido, es absorbido rápidamente en el intestino y  parcial o totalmente convertido en grasa al instante gracias a la acción de la hormona insulina y del hígado. Un consumo excesivo de azúcar a largo plazo aumenta el riesgo de padecer diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares, además de favorecer el exceso de peso y ser el principal responsable de las caries dentales. Los alimentos (procesados) en los que se combina grasa y azúcar de manera magistral (esta mezcla no se da en ningún alimento no procesado)  tienen el poder de generar  mecanismos de recompensa en nuestro cerebro y son considerados clave en conductas descritas como  “la adicción a comer o a la comida”, muy relacionadas con la obesidad.

Poniendo barreras al azúcar

El consumo de azúcar no es un tema baladí en lo que a cifras se refiere, por ello la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda firmemente que el consumo de azúcares libres sea inferior al 10% de las calorías totales diarias ingeridas. ¿Azúcares libres? ¿Eso hace referencia también a los azúcares de las frutas? Los azucares libres son aquellos añadidos a los alimentos y bebidas por los fabricantes, cocineros o consumidores, pero también los presentes de manera natural en los zumos de frutas y concentrados, además de la miel, jarabes y siropes. Para una persona que deba de ingerir 2000 calorías al día, el límite máximo de la recomendación supone 200 calorías, es decir, 50 gramos de azúcar. Una lata de refresco carbonatado ya nos aporta el 70% de este azúcar diario; un vaso de  zumo de naranja nos aportaría aproximadamente el  50%.

Refrescos y zumos son productos ampliamente consumidos, también entre la población española, por este motivo la recomendación actual de gravar con impuestos especiales las bebidas azucaradas está siendo aplicada por cada vez más países.

Fuentes de azúcar añadido en la población española

La solución a la obesidad

Durante años la obesidad ha tenido como único chivo expiatorio a las grasas y su relación con las alteraciones del colesterol y las enfermedades cardiovasculares. Gracias a ello multitud de productos light y 0% en grasa han inundado los lineales de los supermercados y tiendas desde hace tiempo. Lejos de disminuir las cifras de obesidad y los problemas relacionados con ésta -más bien todo lo contrario- la deriva actual ha llevado a buscar otros “culpables”. El siguiente candidato a sumar ha sido la falta de ejercicio físico, algo no exento en ocasiones de un intento por culpabilizar a las personas de su exceso de peso. Pero, ¿qué o quién es el responsable de la epidemia de obesidad actual? ¿Los médicos, los nutricionistas, los sistemas de salud? Bueno, está claro que la respuesta no es simple, ahora bien, generalmente se suele dejar de lado a uno de los actores principales. Hablo de la propia industria alimentaria, cuyas estrategias y presiones por aumentar cuota de mercado -o cuota de estómago-  y dirigir las decisiones alimentarias de los consumidores suelen pasar desapercibidas.

Pero que nadie me malinterprete, el ejercicio físico practicado de manera regular es, sin duda, una de las mejores medicinas preventivas que existen, y como de sobra es conocido aporta innumerables beneficios para la salud. Más allá de ser considerado una simple estrategia para mantener el peso a raya, el ejercicio físico es un gran coadyuvante en el objetivo de alcanzar un estado de salud físico y mental óptimo. Mi reflexión va en otra dirección, lo que pretendo es rechazar la idea bastante generalizada de que la obesidad tenga como tratamiento principal (obsoleto) las dietas pobres en grasa y el ejercicio físico. 

La lucrativa manipulación de la ciencia de la nutrición

El tiempo ha demostrado que la industria alimentaria, a través de sus asociaciones y fundaciones, ha invertido cuantiosas sumas de dinero desde los años 50  con el objetivo de promover la idea de que la grasa era la principal y única responsable de la obesidad y de la enfermedad coronaria, problemas que por aquel tiempo ya empezaron  a hacer estragos entre la población de EEUU.  Al igual que hizo la industria del tabaco, el lobby del azúcar ha cubierto con un halo de estudios científicos interesados la relación con la salud, en este caso entre azúcar y salud cardiovascular. Relación de la que científicos como John Yudkin ya alertó en los años 60.

En noviembre de 2016 la revista científica JAMA (Journal of the American Medical Association) publicó un artículo para reflexionar, en el que el Doctor Glantz y colaboradores daban cuenta de los tejemanejes históricos de la Sugar Research Foundation (SRF), fundada en 1943, que ocultó los hallazgos que dotaban de fundamento la relación entre la ingesta de azúcar y la enfermedad coronaria. Gracias al trabajo publicado en JAMA hoy sabemos que la SRF, actualmente denominada Sugar Association, encargó a científicos de la universidad de Harvard la tarea de escribir un artículo de revisión sobre las causas dietéticas de la enfermedad coronaria.

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En los años 60 la SRF era conocedora de que la hipótesis que asociaba el consumo de azúcar con la  enfermedad coronaria estaba siendo respaldada por una evidencia científica cada vez mayor, algo que iba claramente en contra de los intereses de sus asociados y que tuvo su réplica en la financiación de científicos con el encargo de elaborar un proyecto de investigación a medida. El trabajo vio la luz en 1967, a través de un artículo de revisión publicado en la revista científica the New England Journal of Medicine. Como no podía ser de otra manera, las conclusiones de aquel artículo redactado por científicos de Harvard apuntó claramente al colesterol y a las grasas como únicas causas dietéticas de la enfermedad coronaria, minimizando y rechazando los artículos científicos que relacionaban la ingesta de azúcar con el riesgo cardiovascular y con el aumento de triglicéridos en sangre. Así, el trabajo concluía que una dieta baja en grasa y la sustitución de grasa saturada por poliinsaturada eran la única medida dietética plausible para mejorar los ratios de colesterol en sangre y disminuir el riesgo cardiovascular. Nunca se hizo constar que el trabajo publicado estaba financiado por la SRF, algo inaudito hoy en día, afortunadamente, ya que es necesario declarar los conflictos de interés y las fuentes de financiación en todo estudio científico.

El Doctor Glantz y colaboradores afirman que el paper publicado en 1967 en New England Journal of Medicine sirvió los intereses del lobby del azúcar y sentó las bases del debate sobre las políticas de nutrición, aunque éste solo fue la punta de lanza de muchas publicaciones que tenían, y tienen por objetivo, influir en la investigación sobre los riesgos y beneficios de consumir determinados productos de la industria alimentaria. El patrocinio de la investigación en nutrición es clave para las empresas en su propósito de mantener el status quo en el mercado.

Conclusión

La alimentación y la nutrición son áreas especialmente relevantes para la salud. No hay ningún factor de los considerados modificables (tabaco, inactividad física) tan asociado con muertes y enfermedades como una alimentación inadecuada, sin embargo, y a pesar de la importancia que tiene la ciencia de la nutrición, es la industria alimentaria la que juega un papel fundamental a la hora de financiar la investigación en este campo. Es un secreto a voces que los estudios patrocinados por la industria alimentaria tienen muchas más probabilidades de no encontrar ninguna relación causa-efecto entre el consumo de determinados productos (bebidas azucaradas) y enfermedades (obesidad, diabetes tipo 2) que aquellos estudios que no tienen conflictos de interés con la industria.

Referencias

 
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Publicado por MyNutfit

Nutricionista-Dietista en continuo progreso. Comer disfrutando para vivir mejor.

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